Con revisar la prensa diariamente o salir a la calle es suficiente para constatar que una semana en Venezuela puede ser la más dinámica del mundo. Mientras en otros países se mortifican por la caída de las bolsas de valores o por protestas puntuales, nuestro país enfrenta diversas sensaciones de lunes a viernes.
Martes: Le toca el turno a los damnificados, quienes cada semana reclaman su exigencia por el cumplimiento de la promesa oficial de una vivienda digna. Solicitud comprensible tomando en cuenta que ni las maquetas aparecen, pasan los días y no se observa inauguración de ningún complejo habitacional.
Miércoles: Sector Salud, los médicos continúan protestando para exigir reivindicaciones salariales y dotación de los centros hospitalarios, lucha titánica que se ha extendido por meses sin que hasta el momento exista entendimiento posible, solo la descalificación oficial ha sido protagonista de la lucha gremial.
Jueves: Los apagones ya son parte de la vida de los ciudadanos del interior del país, quienes no conforme con los cortes de energía ahora deben cancelar multas por el "consumo excesivo de electricidad". La inflación perjudica la calidad de vida de los venezolanos y el pago de las multas aniquila cualquier quincena.
El sábado y el domingo tienen sus noticias, si no hay una huelga de hambre, el Gobierno ejecuta alguna expropiación o el Presidente realiza alguna llamada a VTV para hacer algún anuncio. Cualquiera de las situaciones expuestas son comunes en Venezuela, no es sorpresa para nadie enterarse de una protesta, mucho menos de alguien que haya sido atracado.
No hace falta montaña rusa, una semana a la venezolana tiene más duración e infinitos altos y bajos. Reto extremo conservar la alegría en medio de tanto temor, solo queda la esperanza de un cambio de "atracción".
Fuente: El Universal
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